
En estos días de marzo y previos al inicio de la temporada turística en España, los datos que nos van dejando los indicadores del sector no pueden ser más positivos. En este inicio de año los titulares han recalcado que, por fin, podríamos haber recuperado el 100% de los viajeros, de las pernoctaciones y del gasto previo a la pandemia. Todo parece indicar que, si la crisis no termina de desatarse de forma virulenta en Europa a lo largo de este ejercicio, en este curso estaremos muy cerca, e incluso por encima, de los valores de un 2019 que fueron de récord. Por lo tanto, buenas noticias.
No obstante, me sirve esta introducción para aplicar un giro de guion y plantearme otra cuestión que no es menos relevante. Si es cierto que hasta este inicio de 2023 no habíamos recuperado el 100% en muchos de los indicadores de este sector comparado con el ejercicio previo a la pandemia, entonces sería cierto que, al menos en las actividades asociadas al turismo, quedaba una brecha por recorrer.
Así pues, junto con otros sectores, algunos por razones objetivas (menos actividad) y otros porque quizás no estamos midiendo bien, dichos indicadores nos ayudarían a entender, en parte, por qué aún no habríamos alcanzado el total del valor del PIB anterior a 2020.
Según las cuentas satélite del turismo elaboradas por el INE, el peso de este sector en el PIB español fue, en 2019, del 12,6%. Obviamente este peso es muy diferente según regiones y zonas. Conociendo dicho peso, si durante 2022 muchos de los indicadores del sector se encontraban aún a un 10% de las cifras de 2019, por una burda regla de tres, el turismo sería el culpable, ceteris paribus, de que el PIB aún fuera algo más de un punto inferior al del año previo a la crisis del COVID.
Que la no completa recuperación del turismo en España sea culpable, en parte, de que aún no hayamos alcanzado (oficialmente) el 100% del PIB previo a la pandemia debería estar fuera de duda. Se puede comprobar, fácilmente, con datos regionales que esta relación estaría lejos de ser casual.
