En una serie de reuniones a nivel de embajadores que empezaron el viernes de la semana pasada que la Unión Europea ha estado analizando establecer un tope a las importaciones derivados premium del petróleo ruso, como el diésel y la gasolina, de 100 dólares el barril, según fuentes diplomáticas a El Economista. Un acuerdo que se aplicaría a los países de la Unión Europea junto con los países del G7, como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Japón.
Además, la UE establece que en el caso de los productos derivados del petróleo discount, como el gasóleo para la calefacción, se establece un límite de 45 euros por barril, según estas fuentes.
Ambas cifras se revisarán a mediados de marzo atendiendo al impacto en Rusia, en los países de la UE y de cómo afecte a la competencia. La intención es reducir los beneficios que Rusia puede obtener de la venta de petróleo y derivados a otros países y que puede canalizar para financiar su guerra.
Todo ello después de que los países del G7 plantearan establecer un tope máximo similar al de las importaciones de crudo de Moscú, fijado el pasado diciembre en 60 dólares el barril. Una cifra de la que se realizará una revisión bimensual y que los países bálticos y Polonia abogan por rebajar para recortar los beneficios del Kremlin de la venta de crudo ruso.
La cuenta atrás ha sido un elemento importante en la adopción de este tope a los productos refinados del petróleo procedentes de Rusia, considerando el 5 de febrero entra en vigor la prohibición de importar al mercado comunitario cualquier producto derivado del petróleo procedente de Moscú.
Pero Rusia también toma acciones contra los países occidentales. Y es que el Gobierno de Moscú prohibió esta semana la venta de petróleo a compradores que adquieran el crudo al tope de precios introducido por los países del G7. Una medida implementada a través de un decreto y que da poderes a los servicios de aduanas rusos para bloquear estos envíos.