La energía nuclear es una de las fuentes más eficientes y limpias disponibles, capaz de generar grandes cantidades de electricidad con mínimas emisiones de CO₂. En un mundo que busca abandonar los combustibles fósiles, su estabilidad y capacidad para garantizar el suministro energético son ventajas claras. Sin embargo, el miedo sigue marcando su percepción pública. Accidentes históricos como Chernóbil y Fukushima, junto con el problema no resuelto de los residuos radiactivos, alimentan la desconfianza. Además, su conexión con el desarrollo de armas nucleares refuerza la oposición.
El debate sobre su futuro requiere equilibrar los beneficios técnicos con las preocupaciones sociales. Es fundamental promover un diálogo abierto que incluya tanto evidencia científica como las emociones y valores de las personas. Solo así podremos decidir si la energía nuclear será un pilar de la transición energética o una oportunidad desaprovechada en la lucha contra el cambio climático.