La controvertida respuesta europea al paquete de subsidios de 369.000 millones de dólares de EE.UU. ha dejado patentes las escisiones entre los Estados miembro en lo que ha devenido en un veinticinco contra dos en la Cumbre extraordinaria de líderes del jueves.

El músculo de Francia y Alemania, político y económico, pujante por una respuesta contundente al plan estadounidense se ha topado con las voces de los más precavidos que, alegando menor espacio fiscal, pronostican la una fragmentación del mercado único.
La cuestión continúa en el aire: ¿cuánto flexibilizar las ayudas de Estado? Sin zanjarse, con falta de consenso y con trabajo todavía por delante, los líderes han cerrado el encuentro urgiendo a la Comisión a avanzar en este sentido, también para movilizar los fondos europeos disponibles.
Lo que le han afeado estos veinticinco países a los dos motores económicos de la UE es que su capacidad para dotar a la industria de más ayudas redunde en una mayor ventaja competitiva para sus empresas. Por lo pronto, la relajación de las normas de las ayudas de Estado, de la que la Comisión Europea presentó un planteamiento a principios de febrero, debería acotarse en un marco temporal de crisis y dirigirse a sectores concretos. Es la postura de algunos países como España, que además clama por una cláusula que evite la deslocalización de empresas en el mercado comunitario a países del norte con mayor capacidad económica.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha mostrado su conformidad con la flexibilización del marco de las ayudas de Estado que debe ser "acotada en el tiempo", ha señalado en rueda de prensa tras el encuentro con los líderes, donde se postuló por "salvaguardar el mercado único", "en condiciones justas de competencia".
Algunos, como Francia, piden más manga ancha. A Alemania, con los ecos de su polémico paquete de 200.000 millones para apoyar a su industria frente a la crisis energética, la flexibilización de las normas de las ayudas públicas también le conviene. Y por poner todo sobre la mesa, el ministro de Finanzas galo y el alemán, Bruno Le Maire y Robert Habeck, viajaron esta semana a Washington a liderar la defensa de los intereses de la industria europea. A pedir, en definitiva, más garantías para las empresas comunitarias frente a la Ley de Reducción de la Inflación.
Estas garantías pasan, según ha explicado el canciller alemán, Olaf Scholz, tras la Cumbre, por que Estados Unidos asegure que el trato a la UE "no será peor que el de sus vecinos inmediatos, México y Canadá". Dos países incluidos en los acuerdos de libre comercio con EEUU que se podrán beneficiar de algunos de los incentivos de la Ley de la Reducción de la Inflación.
Al final, se trata de agilizar la financiación hacia inversiones que promuevan la industria de las tecnologías limpias y su cadena productiva. Todo ello, ubicado en Europa. Se trata de evitar que los subsidios de Estados Unidos promuevan la deslocalización de las empresas europeas al otro lado del Atlántico.
Pero el punto está en hacerlo sin fragmentar el mercado único. En impulsar la competitividad de la industria europea y evitar que los subsidios de la Administración de Joe Biden hagan mella en ella. Y todo ello sin que el músculo fiscal de algunos países perjudique a aquellos Estados miembro que no pueden ayudar a sus sectores de la misma manera.
